En el seno de la Policía Nacional, donde la vocación de servicio se manifiesta en cada acción, encontramos al comisario Dalimiro Sanjuan de Ávila. Desde sus humildes comienzos como auxiliar de policía, Dalimiro Sanjuan de Ávila ha construido una trayectoria de compromiso inquebrantable en la Policía Nacional, convirtiéndose en un líder inspirador a lo largo de más de tres décadas.
En el mercado de Bazurto, un niño de 10 años se extravió entre la multitud. El bullicio era abrumador, y el aire se mezclaba con el dulce aroma de las frutas maduras y el fuerte olor del pescado fresco. En medio de ese caos, el pequeño Dalimiro sintió un miedo paralizante. Sin embargo, una mano firme se posó sobre su hombro. Un policía, con una mirada serena, lo tomó de la mano y lo guío. Dalimiro sintió un alivio inmenso.
El policía lo llevó a casa. Ese gesto sembró en el corazón de Dalimiro la semilla del servicio. Años después, inspirado por la bondad de aquel policía, Dalimiro Sanjuan de Ávila se uniría a las filas de la Policía Nacional.
Este suboficial irradia alegría y sencillez en cada interacción. Su espíritu dicharachero contagia a quienes lo rodean, creando un ambiente de camaradería y optimismo. A pesar de su destacada trayectoria y sus logros, nunca olvida sus raíces y mantiene una humildad que lo hace aún más admirable.
Pero más allá de su espíritu dicharachero, el Comisario Dalimiro también ha demostrado una gran sensibilidad y empatía hacia los más vulnerables. Con tan solo 17 años y trabajando como auxiliar de policía en el aeropuerto Rafael Núñez, Dalimiro fue testigo de una escena que le marcaría para siempre. Una madre, con el rostro desencajado por la angustia, llegó corriendo a la terminal, visiblemente retrasada. Su hijo, un niño de apenas cinco años, necesitaba someterse a una cirugía urgente en Bogotá. Sin dudarlo un instante, Dalimiro tomó al niño en sus brazos y se lanzó a correr por la pista, sorteando obstáculos y desafiando el viento.
Con determinación y valentía, logró detener el avión justo antes del despegue. Los pasajeros, testigos de su heroico acto, rompieron en aplausos.
Su trayectoria es un viaje a través del tiempo, marcado por la cercanía al ciudadano, la promoción de la convivencia pacífica y la vocación de servicio público. En el Urabá antioqueño, fortaleció la relación entre Policía y comunidad, sembrando semillas de confianza en un contexto de transformación institucional. En el Departamento Bolívar, enfrentó desafíos en zonas de alto riesgo, demostrando valentía y determinación en la lucha contra grupos armados ilegales.
Más allá de sus logros operativos, el Sanjuan de Ávila ha destacado por su calidad humana y su compromiso con el bienestar de sus compañeros. Como coordinador del Bienestar Social, lideró proyectos orientados al fortalecimiento integral del policía y su núcleo familiar, brindando apoyo en áreas como recreación, salud psicosocial y gestión de vivienda fiscal.
Hoy, como Mando Ejecutivo de Comando, ejerce funciones de asesoría directa al mando institucional, aportando su sabiduría, criterio y experiencia a la preservación de la disciplina, la doctrina policial y el clima organizacional.
En esa línea de anécdotas volvió a conceptuar, “en el año 98, como miembro del grupo de operaciones especiales, me dirigí a apoyar la estación de policía de Córdoba Tetón, un lugar asediado por la violencia. La muerte me acechó en una emboscada despiadada cuando el vehículo que me transportaba fue brutalmente incinerado por explosivos”. En ese instante de terror y caos, donde la vida pendía de un hilo, su espíritu de lucha y su inquebrantable compromiso con la seguridad de los demás, se alzaron como un faro de esperanza, manteniéndolo firme en su propósito.